Con
su rubia melena despeinada, unos pantalones cortos, una camisa de cuadros
amarrada a la cintura, una sonrisa un tanto tímida y una mirada que refleja
cansancio, Vilmarie Cartagena narra su ardua rutina cotidiana. A la vez que
estudia a tiempo completo en la Universidad de Puerto Rico de Río Piedras
(UPR-RP), trata de comenzar su propio negocio de comida para poder sobrevivir
en la ciudad.
Sin ayudas económicas por parte del gobierno y viviendo en un pueblo lejano
al suyo, Vilmarie, ha tenido que madurar a razón de dificultades. Tuvo que
renunciar a su antiguo empleo, ya que era explotador laborar de cuatro de la
tarde a dos de la mañana. Y ahora se dispone a lanzar su propio negocio de
comida en la universidad, con la esperanza de que sea exitoso.
"Trabajo los siete días de la semana, no veo casi nunca a mi familia y
bajo solo una vez al mes a mi pueblo [Cayey], casi siempre los domingos, a las
siete de la noche, para volver el lunes temprano a trabajar", contó la
estudiante, que pertenece al programa de bachillerato en Artes y Humanidades
con una segunda concentración en Historia del Arte.
"Solo tengo $30, hasta el domingo ... y los tengo desde el
martes", dijo la estudiante con la voz un tanto apenada. La universitaria,
quien no recibe beca, nos confesó su escaso presupuesto un jueves. Su apretada
agenda de estudio y trabajo comienza los lunes a las diez de la mañana, con su
primera clase, hasta la una de la madrugada cuando, por lo general, termina los
tacos de pescado, las croquetas de arroz mampostea'o, los mofongos de
yuca con tocineta y el "cheesecake", estos componen el menú con el
cual ha comenzado esta afanada misión para poder subsistir y alcanzar un título
universitario.
Actualmente, la joven cayeyana, cuenta con un ingreso mensual de aproximadamente
$600, con los cuales tiene que pagar, junto con su hermana mayor, $500 de
alquiler, $30 de agua, $50 de energía eléctrica (cuando este mes la factura
alcanzó el total de $117), sin contar la compra de alimentos para el negocio y
los gastos de gasolina que se duplican al tener que viajar a la playa los fines
de semana para promocionar y vender su comida. "Es difícil levantarse a
pensar en lo del día y lo de mañana", confesó la jerezana.
Vilmarie, desde la corta edad de doce año, soñaba con montar su propio
local dedicado al arte. Así, que de prosperar el negocio, desea rentar un
establecimiento y crear un espacio que integre tanto las artes como la cocina.
La joven funge como tesorera en la Asociación de Estudiantes de Bellas Artes y también
pertenece al colectivo de artistas llamado Realengo, un grupo de jóvenes
emergentes de la UPR-RP que, con su campaña "Adopta un Artista
Realengo", permite al público conocer sus trabajos tanto individuales como
en colectivo.
"Es difícil trabajar, estudiar y sacar tiempo para hacer mis piezas.
Los martes y jueves después de que termino de limpiar la cocina, como desde las
seis de la tarde en adelante, es que puedo producir para la universidad",
expresó la estudiante cayeyana, quien por el poco tiempo que tiene para
estudiar reconoció que su promedio académico se ha afectado.
Hasta que no se cree una educación verdaderamente pública o se provean
ayudas económicas reales para los estudiantes, al igual que Vilmarie: Alejandra
continuará durmiendo cuatro o cinco horas diarias para poder conservar su
trabajo, María de Lourdes continuará pasando hambre porque el tiempo no le da
para comer y para Juan, seguirá siendo difícil (estudiar y trabajar) porque su
trabajo le quita muchas horas de estudio.
"El problema no es tanto que el estudiante
tenga que estudiar y trabajar, es que cuando salga de la universidad no tendrá
un empleo de igual manera. El gobierno te la hace muy difícil ...",
finalizó Vilmarie Cartagena mientras su compañero le daba la noticia de que solo
quedaban por vender, en el día, dos tacos de pescado.

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