miércoles, 19 de noviembre de 2014

Fernando Picó: "con la lectura se humaniza"

Fernando Picó, el historiador, sacerdote jesuita, humanista y profesor de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras habla sobre su desempeño como educador en el anexo 292 de la Cárcel Regional de Bayamón bajo el desaparecido programa, Confinados Universitarios.


Como un hombre que esquiva las atenciones, con una mirada profundamente humilde, el cabello blanqueado por las vivencias y voz sigilosa, Fernando Picó se pasea por los pasillos y alrededores de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, portando una pequeña libreta, varios bolígrafos y algunos lápices en el bolsillo de su guayabera blanca. Sosegadamente, vive en un vaivén entre los salones de clase, los distintos archivos históricos del país y hasta las cárceles, pues además de cumplir con su tarea como sacerdote jesuita, de investigar e impartir conocimientos, se ha desprendido con los confinados del país, llevándoles conocimiento y esperanza. 

Por espacio de 12 años, el historiador e investigador se dedicó a trabajar voluntariamente en el anexo 292 de la cárcel de Bayamón en conjunto con la Universidad Metropolitana (UMET) como profesor del proyecto Confinados Universitarios. "Estoy convencido de que la educación universitaria en las instituciones [carcelarias] es beneficiosa, amplía horizontes, abre ventanas y nuevos mundos, y les ayuda [a los confinados] un poco más a trabajar los retos de vivir preso", dice.

Por sus manos han pasado muchos estudiantes universitarios, decenas de confinados y otros miles que se han paseado por sus libros. Picó es enfático cuando dice que, "los estudiantes en el 292 de Bayamón son muy parecidos a los estudiantes del sistema universitario público; no son muy distintos porque ambos son un reflejo de la sociedad puertorriqueña". Mas en las cárceles, la solidaridad y el compañerismo son más palpables dado a los pocos espacios que tienen los confinados para superarse. Su labor en el proyecto le ha dejado profundas huellas. Muchísimas en realidad.
            
"Son muchos recuerdos", dice, antes de recapitular. Así, tras un breve silencio, el profesor relata algunas de esas memorias que le han trastocado, y la primera historia es la de Carlos. 

A Carlos, Picó lo conoció muy bien en una de sus clases en el anexo, "era muy listo", expresa, mientras recuerda la clase de Introducción a los Géneros Literarios que impartía. Un buen día mientras hablaban de poesía, Carlos interrumpió el curso y le dijo al profesor: "Picó, no esperes que yo lea poesía ni mucho menos que escriba poesía, yo soy un hombre y la poesía es cosa de mujeres". Ante el asombro de los demás muchachos, Picó cuenta que todo el mundo aguardó por su respuesta y, rápidamente, le contestó: "Carlos, a ti te gusta la salsa, ¿no?" -Carlos lo miraba fijamente- "Pues las canciones de salsa son poemas a los que se les añadió música". Picó asegura que la respuesta lo calló, pero no lo convenció por completo. Y un día como cualquier otro, entre las correspondencias que suele recibir, apareció una carta de Carlos. "Lo habían trasladado a otra cárcel, estaba en Guayama, y me dice: 'Picó te vas a sorprender, estoy leyendo poesía, y estoy escribiendo poesía'. Y eso me sacudió de tal manera", sostiene mientras ríe con evidente orgullo. 
            
De entre esas memorias, cuenta una pintoresca anécdota sobre Pablo, un confinado que quedó fascinado con El Mito de la Caverna de Platón en un curso de Humanidades. Su fascinación fue tal que durante la visita de los prominentes eduacadores, Milton Pabón y Ángel Quintero Alfaro, quien fue secretario de Educación en la década del 60, Pablo no tardó en hacerse sentir. "Quintero le preguntó a los muchachos si veían mucha televisión y Pablo le dijo: 'sí, somos como los presos en la caverna'. Y procede a hacer una comparación entre el mito de la caverna y los presos viendo la televisión". Al montarse en tribuna, Quintero Alfaro quedó impresionado, como todo el mundo en aquel salón. Obviamente, Picó era todo sonrisas y satisfacción en medio de los asombrados. 

Pablo, al cabo de un tiempo se enteró que padecía de sida, "se fugó de la cárcel, no quería morir en la cárcel y me pidió que siguiera dándole clases fuera de prisión", relata. El humanista, con su mentón apoyado en la mano, suspira y dice con melancolía: "lo cogieron otra vez, y murió en la cárcel, lo que lamenté mucho".
            
¿Cuál es el encanto que tiene Picó para lograr tocar las fibras más remotas del sentimiento de un confinado? Para Fernando Guzmán, ex confinado y amigo del profesor Picó, en un proyecto como el de los Confinados Universitarios, tener un profesor es necesario, mas, "lo que marcó la diferencia en muchos de los casos fue precisamente la presencia de Fernando (Picó) porque no es tener un mero profesor, sino contar con alguien que se gane el respeto como consejero, maestro y amigo. Alguien idóneo para una persona que atraviesa el confinamiento", sostiene. 

Guzmán está convencido de que Picó, con su don de gente y entera humildad se ganó prontamente la confianza, respeto y cariño de sus alumnos, en el anexo 292. Como consejero sobre adicciones y padre de familia, Guzmán vive eternamente agradecido por haber contado con el profesor en aquellos duros años.
            
Así como Picó lanzó a Guzmán, a Carlos y a Pablo al mundo de la lectura, así mismo lo hizo con cientos de confinados más. "A mí me gustaba leer, pero Fernando nos retó y motivó aún más", puntualiza Guzmán.


Redención a través de la lectura
            
En Brasil, un país vastísimo en Sur América, las instituciones penales han estado llevando a cabo un proyecto llamado Redenção pela leitura (Redención a través de la lectura), que reduce la sentencia de los confinados por cada libro que lean. Aunque parezca absurdo, el proyecto es innovador y reconciliador. Por cada libro que un reo lea, la sentencia puede disminuir hasta cuatro días, dependiendo el caso. Los libros deben ser de filosofía, ciencia, literatura o clásicos universales como El Quijote. Al final del proyecto, el reo demuestra su aprendizaje escribiendo un ensayo que es evaluado eventualmente por una junta examinadora. La medida no es exclusiva de Brasil. Países como España, Estados Unidos y México han adoptado técnicas similares, según Guzmán, quien es consejero sobre adicciones.
            
En Puerto Rico, Picó fue un baluarte y defensor de la lectura en las cárceles con el programa de Confinados Universitarios de 1990 al 2002. Unos 150 reos participaron del proyecto, y han demostrado, como Fernando, Pablo y Carlos, que sí funciona. Que leer es vital para la reinserción social, como dice el historiador, autor de Los Gallos Peleados.
           
El año pasado 13,155 personas fueron ingresadas a prisión, según datos del Instituto de Estadísticas de Puerto Rico. De estas, el diez porciento fue reingreso, es decir, 1,311 personas que volvieron a delinquir, a juzgar por qué. Mientras que para el año 2012, un  doce porciento reingresó a prisión de un total de 14,299 confinados. En estos datos no se menciona qué ha pasado con los restantes ex-confinados. ¿Trabajan, estudian, se han ido del país, están delinquiendo otra vez? ¿Cuál hubiese sido el resultado si programas como Confinados Universitarios estuviesen activos en las cárceles de la Isla?

            
La lectura, la comprensión y la esperanza son necesarias en las cárceles. "Con la lectura se humaniza, se exploran mundos que quedan por conocer y se logra la reinserción de una persona a un mundo tan complicado como éste, porque no se rehabilita una persona, sólo las cosas se rehabilitan, a las personas se les recapacita", concluye Fernando Picó.

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