Por: Kristine Drowne
Primer día de clases
Llego al salón y todo
lo que veo son personas que jamás en mi putísima vida había visto. Todos con su
historia, la historia que a través del curso nos contarían. Nos empezamos a
presentar y  casi al final me capta la
atención este único hombre. Al presentarse parecía tener el diablo agarrado por
el rabo. Como hablaba, tan seguro de sí, como sonreía, parecía que era
intocable. No podía dejar de observarlo, me parecía tan  curioso. Sabía que había conocido a muchos
como él, pero con todo y eso me intrigaba. Quería saber su historia, sus más
íntimos pensamientos.
 Pasaron algunos días de
clase, lo miraba, lo miraba, sabía que se me parecía a alguien. Cuando voy de
salida, me paro, lo miro, le digo: "¿Te habían dicho que te pareces a Drake?" Me
contesto que sí. Entonces salí del salón, me puse los audífonos, abrí Pandora y como por arte de magia
empezó la canción: "I might be too strung out on compliments overdosed on
confidence, started not to give a fuck, and stop fearing the consequence".
Pasaron algunos días de
clase, lo miraba, lo miraba, sabía que se me parecía a alguien. Cuando voy de
salida, me paro, lo miro, le digo: "¿Te habían dicho que te pareces a Drake?" Me
contesto que sí. Entonces salí del salón, me puse los audífonos, abrí Pandora y como por arte de magia
empezó la canción: "I might be too strung out on compliments overdosed on
confidence, started not to give a fuck, and stop fearing the consequence".
Por días le conté a mis amigas de este tipo. Ninguna podía creer que se pareciera tanto a Drake como yo decía. Ellas
pensaban que guardaba relación con mi último amorío, Mr. Botello, que no funcionó. Me había obsesionado con  el
tipo de música que él escuchaba. Él era súper fanático de Drake y lo encontré
terapéutico escucharlo, era como aguantarme al recuerdo. 
Decidí sentarme al
frente en el salón; primero porque era interesante la clase y segundo que así no podía
mirar tanto al tipo, que se sentaba atrás. Precaución. Las pocas veces que hablaba me confirmaba que
había conocido a muchos como él. Soy una experta en hombres de su tipo, unos palgos, unos lindines que, la inteligencia los ayuda. Es el hombre que todos
quieren ser. Tienen nenas por un tubo y siete llaves. Al mirar el calendario
tienen una cita con una mujer distinta todos los días. No se enamoran
fácilmente, porque “hello”, con tantas mujeres en Puerto Rico por qué amarrarse a una,
cuando pueden probarlas todas. Sí, como podrán ver los conozco bien, tengo una
maestría en ellos.  
Con el tiempo lo veía
fuera del salón, caminando por la universidad. Siempre andaba con el mismo
muchacho, el otro tipo también estaba en la clase. Parecían Batman y Robin.
Robin tiene un buen wingman. 
Un jueves de esos en los que por razones extrañas todos terminamos en el Bori, lo vi.  Yo estaba con mi mejor amiga y le dije que lo
mirara. Me dijo: "Cabrona, se parece a Drake sí".
Nunca le hablé, ni lo
saludé, dentro, ni fuera del salón. Me mantenía distante, me gustaba mirarlo de
lejos.
Mitad de semestre
No fue hasta que
leyó el relato del primer beso que me di cuenta que algo había cambiado en este
personaje, se había enamorado Angelina. Mi personaje, se había enamorado.
Las luces rojas parpadearon. ¿Cómo era posible que se hubiese enamorado? Tenía
que ser serio, porque tipos como él no se amarran casi nunca. Tipos como él y
Botello se enamoran cada cierto tiempo. Son espíritus libres, escurridizos,
difíciles de mantener. Ahí me creció la intriga, pues cada vez que se hablaba
de sexo, tetas y mujeres en la clase, él siempre tenía algo que decir, como era
de esperarse. Entonces supe que la carne es débil y más cuando se trata de
hombres.
Días más tarde me topé
con una vieja amiga, Luna. Ella es una mujer a quien admiro, siempre quise ser
como ella. Es la sensualidad en vida, misteriosa, amorosa, apasionada, pero más
que nada,  por alguna razón era
irresistible para todos. Luna, mala como ella sola, sabía despertar el deseo,
estaba dispuesta a hacerlo. Si por ella llovía, pues que escampara. Eso era lo que me
gustaba de ella, eso de no tener escrúpulos, hacer y deshacer sin importarle la
opinión de los demás. Ella era fiel a lo que hacía, fiel a sus instintos, fiel
a lo que quería y dispuesta a hacer lo que fuera para conseguirlo. Yo no era
como ella, siempre pensando en las consecuencias, analizando las cosas,
pensando en la moral, en lo que los demás dirán. Ella era libre, en busca de
aventuras. Yo, en cambio, siempre me contenía, siempre serena, siempre observando
más de lo que vivo. Le conté sobre él, le llamó mucho la atención y me dijo que
hiciéramos un experimento. Ella se iba a encargar de levantarle el interés, de
embrujarlo, a ver si caía. Lo interesante no era tanto si caía, lo interesante era lo que haría tras caer con su amada Angelina.
Fui contándole a Luna
cómo creía que era. Hice todo un psicoanálisis para que supiera con quién se iba
a meter. Le dije que creía que todo lo macho que aparentaba ser era porque la
vida le había enseñado a ser así, a imitar al rol tradicional del hombre. Que
las probabilidades eran que no había tenido una figura paternal, que su mamá no
le pudo haber enseñado a ser hombre. Que él solo tuvo que aprender a serlo. Le
comenté que pensaba que tenía una parte oculta. La parte amorosa, sensible,
caballerosa, todo lo que le hubiese enseñado su mamá. Eso de macho mejicano
era un acto. Que lo hacía porque en Puerto Rico si eres un tipo caballeroso,
bueno, sensible, y noble era sinónimo de ser un Simón, simón. En cambio optó por macho galán de telenovelas, que tiene los cojones bien puestos y listos pa’
chingar. Le dije que era curioso y que pensaba que eso de la castidad no era lo de él.
Que su órgano reproductor se había metido en muchos hoyos y por ende tenía
fama. Luna lo escuchó todo, cada detalle, sabía lo que tenía que hacer.
Jueves
Bori. Once de la noche,
to' el mundo janguiando, Río Piedras lleno. Yo estaba con pal’ de amigas,
dándonos el trago porque la semana había estado fuerte. Los machos estaban
revueltos cazando y las mujeres escogiendo a quienes se iban a llevar. Luna
llegó tarde. Le dije que fuera porque habían muchas probabilidades de que nos
encontráramos al tipo allí. Como a eso de las tres de la mañana, cuando todas
estábamos recogiendo para irnos, en la barra del Bori, ya casi vacía por la
hora, se encontraba un tipo. Cuando miré era él. Estaba sentado solo mirando
hacia el vacío. Le indiqué a Luna quién era. Ella me dijo: "se ve bien". Y como
ella es así -nada de tímida- fue y se le sentó al lado. Yo le dejé la
tarea y me fui. 
Luna con una mirada
coqueta le preguntó qué le pasaba, él sorprendido se sonrió y le contó que  había tenido problemas con la jeva. Ya tú sabes. La historia de siempre. Labia monga. Ella con su misión en mente jugaba
con su pelo. Pidió unos tragos y comenzaron a hablar. La música de fondo sonaba. Ella lo agarró. Comenzaron a bailar salsa. Pista de baile vacía,
mientras la canción decía:
"Le di la mano a una
gitana ayer para saber de mi buena fortuna me dijo; tú tendrás amores pero
fortuna no tendrás ninguna. Porque en la palma de la mano está que muy claro, leo que serás feliz, serás feliz, con tus amores aunque se burlen sin piedad de
ti. Por más que pienso que la gitana me dijo eso de la mujer yo siempre dejo que las mujeres jueguen conmigo y con mi querer". –Ismael Rivera
Los dos un poco
tomados, cansados de bailar. Las luces apagándose en aquel bar y él le agarró la mano y se la llevó a otro lugar. 
En un cuarto de esos
donde hay espejos por todos lados, él le coge la mano, la mira. Esos ojos
marrones ven a través de Luna.  Ella lo
mira, él la besa. El deseo le corre por las venas, sabe que va a cumplir su
misión, sabe que ya lo tiene para ella. Luna lo besa, lo besa. El beso se
vuelve desesperado. Se vuelve necesario. El corazón va como si corriera un
maratón. Los cuerpos están en alerta, mis pezones se vuelven firmes, siento su
erección.
 "Kristine…. Kristine…"
La visión es borrosa. 
Él me dice: "Kristine".
Epifanía
Me levanto en un lugar
extraño. Me duele un poco la cabeza y pienso que tuvo que haber sido que la
cogí larga anoche. Miro el cuarto y no lo reconozco. Siento la presencia de
alguien en la cama, miro. Lo veo, está dormido. Me entra el pánico, sé que me tengo
que ir, pero lo único que hago es mirarlo. 
Estoy en ropa interior, recojo mis cosas despacio para  no hacer
ruido. Me visto. Cuando voy a salir del cuarto, lo miro por última vez. Me doy
cuenta que no buscaba sexo, buscaba amor. Ese amor que hace que el hombre
cambie, ese amor en el que se te escapa la vida en un segundo, que solo llega una
vez. Ese amor  no era el mío, ese amor era el de Angelina.
Llego casa y reflexiono sobre lo que había
pasado. Luna nunca se sentía culpable, ella saciaba sus deseos y sabía que
estaba en una misión. Yo por mi parte jamás hubiese hecho algo así. Nada más de
pensar que el martes lo tendría que ver…
Ya no me importaba la
misión, no me importaba lo que pasaría con Angelina. Solo sabía que en esta
situación había ganado mi Luna, la que tanto reprimía, porque nosotras dos
somos una.  Es ella, la bruja, es ella mi
parte sensual, es ella mi parte amorosa, es ella la libre. Libre porque nunca
lo fui. Libre porque ve la incertidumbre y la ama, libre porque no piensa en el
futuro. Luna es mía y yo soy de ella.
Lo más que me molestaba
era que había caído en mi propia trampa. El hombre aquel, que me parecía tan
misterioso, que tanto me  intrigaba, era
uno más, yo lo conocía muy bien. Vi en él, lo que quería en Botello. Vi en él
lo que mi padre no me pudo dar. 
De regreso
No sé si fue que él
estaba igual de espantado que yo, pero no volvió a ir a la clase. Lo vi el
último día, y debo admitir que esquivé su mirada. Nunca hablamos sobre lo que
pasó. Tampoco supe qué sucedió con Angelina. Realmente no me importaba. Sentía
vergüenza. Una que otra vez crucé miradas con Robin, con Adrián, su fiel
amigo. En esas pausas cortas que uno hace con los ojos, él me sostuvo la
mirada, como tratando de descifrar algo, tratando de descifrar mi secreto. Me
pregunté muchas veces si él sabía lo que había ocurrido. Creía que sí, pero
nunca lo pude comprobar. Un caballero noble nunca insulta una dama y menos si
duda de su virginidad.
Un día, mientras estaba
sentada en uno de los bancos a las fueras de COPU, luego de almorzar, mi mente
viajaba a los múltiples mundos que se encarnaban en mi cerebro. Alguien se me sentó
al lado, manteniendo distancia, como no queriéndome distraer. No fue hasta que
oí mi nombre que miré. Allí estaba él, el salsero, el de aquella noche que
nunca puedo recordar. Aquella noche tan distante para mi mente. Sonrió, yo estaba
nerviosa. Hacía un año que no lo veía.  Para
mi sorpresa, me dijo que quiso siempre hablar conmigo después de aquella noche,
pero que no encontraba las palabras para hacerlo. Yo le pedí disculpas por el
mal comportamiento, por causarle problemas en su relación. Me miró aturdido, como quien no entiende el punto de referencia. ¿Yo? Ya ustedes
saben: muerta de la vergüenza. Le dije que no me acordaba de mucho, pero que no
era tan ingenua y sabía que me había acostado con él. Comenzó a reírse. Yo no
entendía nada. Me quedé en silencio, analizando. Después, él al ver  que yo no tenía ni la menor idea de por qué se
reía, me contó. Me dijo que, esa noche después de llegar al motel,
después del toqueteo, después de besarnos, se dio cuenta que estaba tan
embriagada que era muy difícil proceder en aquella situación. Me dijo que, yo
empecé a tropezarme. Él trató de mantener mi balance y al ver lo mal que
estaba, me echó a un lado de la cama y me dejó ir 10/7. Le dije que lo único que
recordaba era él pronunciando mi nombre, y me dijo que eso fue así para ver si
yo reaccionaba de la borrachera y  que a la mañana siguiente despertó solo, sin
rastros de mí. Fue por esa razón que nunca me habló.
Luego de un largo
silencio, me miró a los ojos y me preguntó que si estaba disponible para un
café algún día. Le dije que sí. Me dio su número y se fue. Por un momento pensé
en que no sabía si estaba, si seguía con Angelina. No le
pregunté, en realidad no hace diferencia ahora. 
Estuve un tiempo
mirando hacia al vacío, no pude evitar las carcajadas .Entonces, pensé que para el colmo de los colmos, para atormentarme más, para que
la vida se riera de mí, para que ustedes queridos lectores se burlen de mí,
sonó su nombre en mi mente. Se llama Fernando, igual que mi ex.
 
 
 
 
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