En el andén de la premura
(donde zozobra la potencia)
halló el ánima su afán:
la precaria humedad abolida,
la asfixiante caricia que, absorta, atraganta
los límites de lo corpóreo
estaba allí…
imbatible
fluida
accesible
entre el manto redentor del regazo
que para sí quería 
el puñal del buen amante
Despojadas las vestiduras, la carne irradia
se tiende asequible al pecado 
y se profana sola
la caricia trunca, del ánima indeleble,
al asecho
la amada, triunfante, se canta abolida
y como “dos no es igual que uno más uno” 
la libertad incorpórea se hace grande
y surge el verso
y lo sublime apremia 
 
 
 
 
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